sábado, 18 de septiembre de 2010

Ruido binario




Sólo camino sobre mi espalda.
Sólo tropiezo para ver de cerca el suelo.
Sólo el lento vaivén de las olas me mojan las plantas.
y sólo hoy necesito ser más que un intento
donde unicamente los zorros de arena
conocen nuestros verdaderos infiernos.

Cada montículo de palabras, es una piedra más sobre una ya enorme pena de ropa sucia y maloliente. Así como cada valle envuelto en silencio, es aire menos para los ojos quejumbrosos de viajeros y marinos.

Vagan, en la línea que dibuja el alba sobre la playa, los seres que casualmente decidimos nombrar "memorias". Vagan sin rumbo, pasajeros de sal que tejen silencios con sus dedos de escarcha. Vocablos marítimos en lenguas que el hombre aun no comprende. Existencias que no intentan ocupar un lugar. Seres que no son, que además cinicamente no lo desean y por maravilla propia no lo necesitan. Así, la necesidad surge de una carencia. Las carencias las provoca el abuso. Y el abuso sólo lo comete el hombre. Pero el hombre, como creador se encarga de darle nombre a las penas. No por abuso, ni carencia o necesidad, sólo crea por deseo y compañía. Porque el abuso hace buscar más allá de las propias alternativas y traslada nuestros cuerpos hasta aquel tope que no puede ser derribado con la simple inteligencia de estos creadores.

Es ahí donde nosotros, los "inexistentes" tendemos a ser. Donde la existencia nos es otorgada por palabras de afecto. Sabiendo que vivir es caminar entre arena, es hundirse con cada pisada y que la marea sepulte nuestra nueva materia para crear nuevamente silencios que a diferencia de nosotros, serán eternos.

Crearemos ritos, crearemos dioses, queremos de regreso la inexistencia. La vida sólo se apaga y descompone, la no vida no despide olores pero es bella. Es naturaleza muerta.

Sólo vagaré como ese ser que no es,
el cual soy yo.
Sólo no me des amor, pues me otorgas la existencia.
Sólo camino sobre mi espalda.
Y sólo tropiezo para ver de cerca el suelo.