martes, 1 de noviembre de 2011

Biophilia: Internal nebula.

1999, probablemente. La vida de un niño de 7 años en un pequeño pueblo costero no conoce la globalización. Solo el sudor, la mugre bajo el cuello y un poco de inocencia que juega seductoramente con la soledad y el calor. La televisión no dice mucho. A pesar de contar con televisión por cable (Oh, grandes avances tecnológicos llegan a revolucionar las diminutas comunidades), el pequeño aún sigue viendo películas los sábados por Canal 5. Entre comerciales cambia canales en el televisor. Y después del patinaje artístico, está ese programa tonto de decoración de interiores. Concursos por coches último modelo. Entrevistas. Presidentes que van a juicios. Coca-Cola y sus osos polares. Y después una mujer que baila sobre una rampa en movimiento, con una falda larga blanca. Peinada con varios "chonguitos". Baila. Salta. Juega. Aleatoriedad. Parpadeando. Y su voz. De su boca sale una niña esquimal. Ella carraspea. Gruñe. Canta. Invoca a las hadas. Vive. Y la música se escucha. A través del cuerpo. El cuerpo levita. Vuela entre las cuerdas vocales. Y la ciudad observa.







"Big Time Sensuality" fue mi primer encuentro con Björk hace 12 años. Y debo decir que no fue la mejor manera de iniciar una relación. Acostumbrado a Onda Vaselina, Kabah, música "dance" noventera y a la música que escuchan los papás (Durcal, Fernández, Cuevas, Manzanero...), ver y escuchar a esta criatura fue un acontecimiento importante. Representó el conocer que existen diferentes opciones y que es muy fácil rechazar aquello que se desconoce. Buen intento, Björk. Tal vez vuelvas a tener otra oportunidad para tenerme entre tus fieles adeptos.
Unos años después, bajo las mismas circunstancias, la televisión muestra a una mujer que se está quedando ciega que canta en unos juzgados, en las vías de algún tren. En una celda. En un cadalso. Es así, que gracias a la ayuda del señor Lars Von Trier (Por cierto, mi primer contacto con su obra), Björk pasa de ser "la muchacha rara que canta gracioso" a "la sacerdotisa escandinava de voz de cuarzo con cualidades mitológicas". Lo demás sobra y mucho.




Hace unas semanas se filtró "Biophillia" el último de sus proyectos y desde que aparecieron los primeros rumores no ha dejado de hacer ruido.


Björk, consciente de la inmediatez del mundo actual y de la constante revolucione tecnológica, crea un proyecto interactivo, música creada a base de instrumentos nada convencionales, un página multimedia, un show en vivo que parece una muestra científica y una serie de aplicaciones para iPads y esos otros aparatejos. Ambiciosa la muchacha.









Respecto al disco, a la música. Biophilia, está compuesto de 10 temas que se centran en la vida en su forma más elemental. Haciendo a un lado el interés antropológico y las relaciones humanas de Volta (2007), este nuevo material es un canto a la energía, a la tierra, al universo, a  la Tierra, al movimiento, a los átomos, al espacio y al tiempo. Cada tema es una constelación compuesta de pequeños astros sonoros, que en conjunto forman una red finísima y delicada pero muy resistente, como el hogar de una araña cósmica y espacial que viaja entre galaxias.


En Moon, el tema que abre, el arpa y otros instrumentos de cuerda suenan con coros que se repiten en todo el disco y en esta canción en específico, cantan sobre renacer y cambiar de fase justamente como la Luna. En Thunderbolt, un "tronido" sirve de bajo marcando la secuencia y el ritmo para terminar con unos beats que se arrastran pesados sobre la voz de Björk.


Crystalline, el primer sencillo, aparece alegre y centelleante con letras que hablan de la formación de cristales, con un final vibrante y explosivo que no pasa desapercibido. Cosmogony, épica y de grandes proporciones, inicia con un crescendo de voces acompañado de instrumentos de metal que suenan lejanos, sobre una base que aparenta ser un ligero latido. Siguen Dark Matter y Hollow, los puntos más oscuros y densos del disco. Un sonido muy ambient y poco accesible, distante y abismal. Se siente el cambio en la gravedad y Björk aparece navegando una estrella suicida con una trayectoria abrumadora. Temas que a la primera caen pesados.


Virus, llega infantil y conmovedora, tintineando entre percusiones y mares de voces. Sacrifice, es otro vertedero de cánticos donde el protagonista es el sonido metálico y muy frío que produce uno de los instrumentos freakies. Mutual core, habla de placas tectónicas y unas percusiones, como una marcha, comienzan a crecer para transformarse en un beat violento que constituye el climax antes de pasar a Solstice, que minimalista y oriental, cierra el disco.









Ya en sus generalidades, el disco es una de las propuestas más arriesgadas de Björk. Y es que supongo estar en sus zapatos no debe ser tarea fácil, después de ganar hace un año el Polar Music Prize (Considerado el Nobel de la música) el hecho de querer superarse ha de ser un objetivo diario. Caracterizada por su minuciosidad y experimentación, considero que en Biophilia, estuvo más concentrada en crear todo el proyecto que en la propia música. La apuesta se hizo a la experimentación e innovación, a las aplicaciones y a la tecnología, dando por resultado temas muy complejos que son verdaderas experiencias auditivas pero que en algunos momentos carecen de esencia. La eterna lucha de forma VS. fondo y en este caso el fondo se pierde entre divagaciones. Creo que desde Medulla (2004) aquel álbum exclusivamente vocal, Björk se ha empeñado más en crear piezas únicas de exposición que en hacer música que al menos ella misma disfrute. La veo, exigiéndose cada vez más por crear música de "lenguaje abstracto" como dice una muchachita. O tal vez su genio se superó a si mismo y ahora su música es más que lo que cualquier individuo pueda imaginar. Y con cada disco nuevo se pierda la esperanza de escuchar otro gran himno como lo fueron, y lo son, Hyperballad, Bachelorette, Army of Me, All it's full of love y muchos otros.


Perdimos a Björk y tal vez para siempre. Aunque probablemente nunca fue nuestra y siempre le perteneció a las estrellas.


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